Pedro Abelardo

Resultado de imagen de pedro abelardoEn esta entrada hablaré de una de las grandes figuras pertenecientes al periodo de la Filosofía Medieval. Desde mi punto de vista tan importante como pueden serlo San Agustín, San Anselmo, Santo Tomás o Guillermo de Ockham. Este es Pedro Abelardo, un personaje de gran interés no solo por sus aportes a la filosofía, en concreto a la ética, sino también por su propia historia. Pero Abelardo, al contrario que los cuatro autores citados, no se encuentra dentro del temario de 2º de Bachillerato.
Pero antes de centrarme en él, considero que es necesario realizar una pequeña introducción sobre quién es Agustín de Hipona. Ya que su forma de pensar será la que de lugar a la filosofía escolástica, que se desarrollará desde el siglo VII hasta el siglo XIV.
Imagen relacionadaAgustín de Hipona (san Agustín), fue el máximo pensador del cristianismo del primer milenio y dedicó gran parte de su vida a escribir sobre filosofía y teología. 
El principal problema al que se enfrentaba San Agustín, al igual que los filósofos posteriores, era explicar las relaciones entre la fe y la razón. Él llega a la conclusión de que razón y fe no están necesariamente en oposición, sino que se complementan. La fe sería necesaria para entender el cristianismo, pero no sería una condición suficiente. Es necesaria también la razón, ya que sin el pensamiento, no existiría la fe.
En sus obras reflexiona sobre la religión cristiana influido por el neoplatonismo, y lleva a cabo una epistemología en la que distingue tres niveles de conocimiento: sensible, racional y contemplativo. Pero sobre todo se interesaba por el “problema del mal”: si Dios puede, sabe y quiere acabar con el mal, ¿por qué existe el mal?. Esto se había convertido en un argumento contra la existencia de Dios, pero Agustín pretende demostrar la coherencia de la existencia de Dios y del mal al mismo tiempo.
Lo que hace para resolver este problema es afirmar que Dios creó todo bueno. El mal sería entonces, debido a la influencia de Platón, la ausencia de bien y no una realidad en sí misma. Su origen estaría en la capacidad que le otorga Dios al ser humano de elegir por medio del razonamiento entre el bien y el mal, ya que los hombres son entidades racionales por definición. De este modo son los propios hombres los creadores del mal, y no Dios.
​​
Una vez conocemos a San Agustín ya podemos pasar a hablar de nuestro protagonista.
Pedro Abelardo (1079-1142) fue una extraordinaria figura de su tiempo. De origen acomodado, parece que su interés por el conocimiento era mucho mayor que por las artes militares, lo que le llevó a ingresar en la escuela episcopal de París a los 20 años.
Junto a los conocimientos que iba adquiriendo, y a su interés creativo por la poesía y la música, su dominio de la lógica y su carácter combativo le convirtieron en un habitual de las disputas dialécticas, debido a las cuales fue ganando abundantes enemigos, entre ellos profesores suyos de gran renombre, como Guillermo de Champeaux, el archidiácono y personaje principal de la escuela episcopal, al que ridiculizó en público y dejó sin alumnos, o el profesor de teología Anselmo de Laon, que corrió parecida suerte poco después.
Su fama creció aún más cuando comenzó a trabajar como maestro laico en la escuela catedralicia de Notre-Dame, en 1114, a los 35 años. Un año después conoció allí a Eloísa, la hija de 15 años del canónigo de la catedral, Fulberto, de la que se enamoró, y con la que tuvo un hijo cuatro años después de iniciar una apasionada relación secreta. La reacción de Fulberto al enterarse fue la de vengar la afrenta castrando a Abelardo ayudado por unos sirvientes, lo que les valió luego a ellos el castigo de su propia castración y destierro. Eloísa fue internada en un convento, y él, tras un año de descanso en Saint-Denis, volvió a la vida pública, enseñando y polemizando con Roscelino, esta vez en Provins.
Resultado de imagen de pedro abelardoFue acusado de herejía por ex-alumnos de Guillermo de Champeaux y Anselmo de Laon, y condenado en el concilio de Soissons a quemar su obra. La sentencia le obligaba a abandonar la enseñanza temporalmente, pero las polémicas le acompañaron siempre y el número de enemigos iba creciendo. Todo ello no le impidió crear su propia escuela, el Paracleto. Abelardo enseñaba a sus alumnos a argumentar. Para esto lo que hacía era plantearles una cuestión, con sus pros y contras. Entonces los propios alumnos deberían razonar y debatir sobre esta cuestión hasta llegar a una conclusión. Lo que me parece una buena forma de enseñar a pensar por uno mismo.
En esta escuela fundaría posteriormente un monasterio, donde hizo abadesa a su amada Eloísa.
Una segunda acusación de herejía, esta vez formulada más sólidamente le llevó a ser condenado por el papa a silencio perpetuo como docente en 1141. Murió un años después a los 63 años. Años más tarde, su querida Eloísa fue enterrada junto a él, y los amantes siguen compartiendo el sueño eterno en un cementerio de París.
La biografía de Abelardo destila un carácter indomable, gran fortaleza en las convicciones sobre su vasto conocimiento del saber de la época que le tocó vivir, y extraordinaria precisión y habilidad en la presentación de sus argumentos dialécticos.
En su época también nos encontramos con una principal controversia filosófica entre materialismo e idealismo. Aquí surge lo que se llama Filosofía Escolástica, posterior a San Agustín, en la cual se subordina la especulación filosófica al dogma cristiano. Abelardo sostenía las ideas del conceptualismo, próximas al materialismo, por lo que sus ideas chocaban con el realismo escolástico.
Su interpretación del lenguaje como intermediario entre el sujeto y la realidad que lo rodea hizo que los universales, objeto de gran controversia durante la Edad Media, pasaran a ser considerados categorías lógico-lingüísticas. Frente a la concepción realista neoplatónica de afirmar su existencia real y objetiva, o la corriente nominalista que los considera meros nombres que no podían reflejar siquiera las cualidades de los objetos particulares a los que se refieren, el lenguaje y la lógica parecen ser las herramientas con la que los conceptualistas seguidores de Abelardo consiguen salir del laberinto platónico en que había derivado el mito de la caverna.
En su libro "Sic et Non" muestra su creencia de que la fe religiosa debía ser limitada por unos principios racionales. El cual comienza con la siguiente afirmación en su prólogo: “Puesto que en la enorme cantidad de cosas que se han dicho, incluso algunas de las afirmaciones de los santos no sólo difieren entre sí, sino que hasta parecen contrarias, no es una empresa aventurada el someterlas a juicio ya que ellos han de ser los jueces del mundo...”


Por este libro, sumando también sus aportaciones a la ética, donde pretende romper con la tradición cristiana y superar la visión pesimista de San Agustín, y que tuvieron que resultar demasiado atrevidas en una época en la que la moral estaba basada en dogmas y preceptos, no es extraño que alguna acusación de herejía prosperase.
También resulta interesante su interpretación particular del pecado, que se basa en el juicio de la intencionalidad, y no del resultado del acto. Es decir, Dios no juzgaría lo que se hace, si es bueno o malo, sino el por qué se hace (como se suele decir, “lo que cuenta es la intención”). Una cosa es mentir y otra que el que habla se equivoque y se aparte en sus palabras de la verdad por error y no por malicia. Esto choca no solo con San Agustín, sino también con un escolástico posterior: Santo Tomás de Aquino.

Santo Tomás nace en 1225 y estudia en Nápoles, París y Colonia como alumno de Alberto Magno. Defiende la compatibilidad de la fe católica y la razón, encontrando la solución al problema de las relaciones entre ambas “vías de conocimiento”. 
Resultado de imagen de santo tomas de aquinoLa definición que este da al pecado es la siguiente: “El pecado es un acto humano malo”. Vemos que, al contrario que Abelardo, Santo Tomás afirma que el pecado es el propio acto, y no la intencionalidad con la que este se lleva a cabo. Seguiría además la teoría de San Agustín, afirmando que la causa del pecado es la libertad del hombre como ser racional de poder elegir entre el bien y el mal. También se ve influido por Aristóteles, ya que, al igual que este, afirmará que siempre hay un fin para todo, y este fin es la felicidad. De este modo, cuando un hombre cae en el pecado se aleja del fin.
Podemos ver que Pedro Abelardo fue un revolucionario, se opuso al pensamiento propio no solo de su época sino de la época posterior. Fue un verdadero maestro del lenguaje, creativo y con un fuerte carácter.
Envidiado, odiado, amado, castrado violentamente, condenado...¿cómo es que se pasa de largo la figura de Abelardo, casi como si no hubiera existido?

Webgrafía
Algunos enunciados sacados del libro Si y No (Sic et Non)http://giemmardelplata.org/wp-content/uploads/Pedro-Abelardo-S%C3%AD-y-No.pdf










Comentarios

  1. Interesante entrada, Marta. Hace ya bastantes años, sí que había un texto de Pedro Abelardo como lectura obligatoria para los alumnos de 2º de Bach: Historia calamitatum, una autobiografía del autor.
    Saludos

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Descartes y la Inteligencia Artificial

Marx y Engels

David Hume, defensa de la libertad